Busquemos un amor más maduro, en el que cada quien se
pertenezca fiel a sí mismos, donde los celos ya no tengan tanto protagonismo,
en el que ya no cambiemos al otro sin darse cuenta, donde las llamadas al
celular a cada minuto se acaben, donde los mensajes sean de “Buenos Días mi amor”
o “Espero que hayas tenido un buen día” en lugar de preguntar “¿Dónde estás?”
con desesperación y que la confianza vuelva a ser lo que era antes, que el
orgullo se marche detrás del enojo y las mentiras se queden guardadas en el baúl
del olvido, los sueños se mantengan al frente y cada quien sea el capitán de su
navío.
Busquemos ese amor maduro en el que la felicidad no dependa
del otro, que las risas sean espontaneas y vengan acompañadas de buenos
momentos, que las terceras personas se vayan quedando fuera del camino, del que
ya no tengamos que mostrar todo a través de una red social, que hagamos de cada
instante nuestro, en el que no nos invada la gula de querer tener siempre más,
llamando al egoísmo, que por nuestra cuenta demos, sin la ilusión o la intención
de pensar que recibiremos algo a cambio.
Busquemos ese amor más maduro en el que todo sea reciproco,
ese que no se llene de dudas, que los detalles, sin importar cada cuando los
demos, sean con la intención de mostrar que el amor aun está presente, ese que
nos quiera hacer arriesgarnos sin importar los miedos, ni los que dirán, ese
que nos quiera hacer amarnos a nosotros mismos.
Busquemos ese amor maduro que nos haga pensar en la idea de
llegar hasta el final de una vida, de una eternidad.
Texto registrado bajo derechos de autor. Autor: Ryan A.
Texto registrado bajo derechos de autor. Autor: Ryan A.